sábado, 27 de febrero de 2010

Sobre las negociaciones con el Estado (2006)

Un interesante texto de un Partido Comunista sobre este tema.

Zapatero repite curso


Ha pasado otro verano y más de lo mismo. El gobierno suspende todas las asignaturas. El mundillo oficial e institucional sigue siendo el de la siesta y el bostezo. Luego dicen que no tenemos paciencia, pero es que esto parece una foto fija. Al zapatitos se las ponen como a Fernando VII, pero no es capaz, ni siquiera con el GALoso Rubalcaba al frente del Ministerio de la Porra. A nadie puede extrañar que en Euskal Herria vuelvan a sonar los tambores de guerra y ardan cajeros automáticos y autobuses, (...). ¿Qué se creían?

Hace seis meses habían dicho que con el cese de la violencia las cosas cambiarían, y no hemos visto ni un amago de nada; los demás tienen que cesar en su violencia pero ellos no cesan nunca, ni en las comisarías, ni en las cárceles, ni en los juzgados, ni en las calles. Dicen que no se puede hablar de política bajo la violencia, y en eso sí estamos de acuerdo: nosotros tampoco vamos a hablar de política mientras ellos sostengan un garrote en la mano. ¿O es que ellos no se aplican sus normas a sí mismos? ¿Para qué han reformado toda la cúpula del Ministerio del Interior sino para colocar a la Guardia Civil, a los militares en definitiva, en el puesto de mando de todo, incluidas la cárceles?



Que se pongan ellos también de tregua. Aunque sólo sea un poquito, un pequeño gesto, una mueca, como pide el PNV. Podrían empezar por agrupar a todos los presos políticos, por ejemplo, como prueba de su buena voluntad; , acabar con las cadenas perpetuas que vienen imponiendo sus perros de presa en la Audiencia Nacional. No les decimos que acaben con el terrorismo de Estado permanente a que tienen sometidos a todos los que se mueven, no. No les podemos pedir cosas que ni pueden ni saben hacer. Pero creo que gustaría a todos atisbar alguna mueca diferente que nos cambie un poquito el paisaje inquisitorial, represivo y sanguinario que conocemos desde 1939, en el que hemos nacido, bajo el que hemos sobrevivido y en el que seguimos padeciendo cada minuto.



Y no lo vemos por ninguna parte, así que nosotros, por nuestra parte, seguimos a lo nuestro: insistimos en que no solamente aquí, a fecha de hoy, no ha cambiado nada sino que no tiene pinta de cambiar, por más que los GALosos se empeñen a viento y marea en acabar con la violencia (con la violencia de los demás, pero no con la suya, quieren decir). Y no conformes con eso, ni siquiera son capaces de parar a los rotweiler del PP, que no paran de ladrar día y noche, a viento y marea, por todas las cadenas de televisión y las ondas de radio. Sin descanso. No sé si se habrán dado cuenta de que Rajoy, el capataz de la finca esa de los rotweiler, desfiló en la pasarela Cibeles, porque éste sí supera de la talla 16: es un pesado y está de moda. Como se decía antes, es de lo más ‘in’. En su vocabulario todo empieza por ‘in’: ineficaz, ingobernable, ineptitud, insólito, incapacidad, indiferencia,...



Pues nuestro vocabulario empieza por (R) mayúscula: Resistencia, Rebelión, Revolución,... Sin unas mínimas libertades y reconocimiento de derechos democráticos, hay que seguir en la brecha, aislar a los fascistas y a sus lacayos socialfascistas en el gobierno, organizarse al margen y en contra de su podrida legalidad, intensificar la solidaridad con los presos políticos y todos los represaliados, boicotear sus farsas y montajes electorales, incorporarse a la resistencia armada antifascista, organizar sabotajes,...



Ya está más que demostrado que dentro de la legalidad y con la legalidad, no se consigue nada. Son ellos los que, como reconocen, tienen la ley en la mano y eso les permite hacer y deshacer lo que les da la gana. Lo mismo sucede con el pacifismo y las llamadas a la calma. ¿Acaso ellos entienden de argumentos y razonamientos? ¿Creemos verdaderamente que los podemos convencer para que dejen de ser lo que son? No; la experiencia de este país lo viene demostrando desde hace 200 años: ellos, los reaccionarios, siempre se han hecho con el poder por la fuerza y siempre se han mantenido en él haciendo uso de la fuerza. El manoseado ejemplo de 1936-1939 no es más que otro de los muchos que se pueden poner, anteriores y posteriores. Este es el país de los golpistas, y tienen mucha desfachatez los que, encima, nos tachan a nosotros de ser violentos.



Creemos haberlo dejado bien clarito muchas veces: nosotros estamos dispuestos a negociar con este Estado con carácter inmediato, pero en base a unos cambios mínimos que el gobierno tiene que realizar; si eso sucede y en el momento en que suceda, estamos dispuestos a no recomendar ni apelar a la resistencia armada. Pero una negociación requiere reciprocidad y hasta la fecha ni la ha habido, ni la hay, ni tampoco perspectiva de que la haya.



Así que nosotros seguimos a lo nuestro y seguiremos así hasta el final, de manera que si no son capaces de acabar con nosotros (y hasta la fecha, después de 40 años, no lo han sido), nosotros acabaremos con ellos. Sin ningún género de dudas.



En la actualidad ni siquiera consideramos suficientes los llamamientos al boicot y a la resistencia activa. Ante situaciones como la de Iñaki de Juana, nuestra camarada Josefina García y tantas otras, no caben ambigüedades. No es posible una respuesta literaria a sus atropellos; no son suficientes los comunicados, los carteles y la denuncias verbales. Hay que llamar a la resistencia activa y ponerse a la cabeza, dar ejemplo, encabezar la lucha. Los fascistas se burlan y se ríen olímpicamente de todas esas procesiones pacíficas y domesticadas; es ahí a donde quieren llevar al movimiento de resistencia, con la ayuda de todos los reformistas y oportunistas que por ahí pululan. Lo que verdaderamente les duele es que ardan las urnas, y arden mucho mejor si no tienen papeletas dentro. Y lo que decimos de la urnas tiene un carácter general: lo decimos de los colegios y listas electorales, de las ETT, las delegaciones de Hacienda, las sedes de los partidos,... Hay que extender la oposición popular y la resistencia de todo tipo a las maniobras de los fascistas y los socialfascistas, y donde la resistencia ya esté extendida, hay que organizarla mejor. Hay que denunciar y criticar a todos los cómplices que, desde supuestas posiciones antifascistas, llaman a votar y seguir con el juego legalista y pacifista.



Todo eso no es violencia: es la legítima resistencia popular frente a las agresiones de todo tipo que las masas vienen padeciendo. Los fascistas no entienden otro lenguaje que el de la fuerza y como eso es algo que ellos tienen bien claro, por eso se rearman, se reorganizan y refuerzan. Mientras hablan de paz, cargan las pistolas. Y pretenden que todos los demás les sigamos el juego. Que hablemos y que hablemos, además, únicamente de paz. Que respondamos siempre con comunicados y papeles a su violencia criminal, que nosotros mismos nos atemos de pies y manos.



Pues por nuestra parte no va a ser así.

miércoles, 24 de febrero de 2010

La teoría del "totalitarismo" ó la genial impostura liberal : Respuestas a un "demócrata"

Una pequeña nota que escribí a un profesor de mi facultad a tenor de un debate sobre las formas de Estado y los "totalitarismos". Me costó algún que otro disgusto, las verdades duelen.
14-2-07
Para Ángel Martínez, profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Cantabria :

En Derecho se considera improcedente cualquier petición, recurso ó trámite que albergue en su seno defectos en la forma , o bien, defectos en el fondo. Es recurrente y habitual escuchar y ver cómo los medios liberales, sus teóricos y sus juristas se refieren como "Estado totalitario" a cualquier forma de organización política que según ellos rebase los márgenes, bien por la derecha o bien por la izquierda, de lo que se denomina sistema parlamentario, Estado de Derecho ó democracia. Esta afirmación, además de un fariseo intento por equiparar los sistemas y experiencias socialistas del pasado y presente siglo al fascismo y al nacionalsocialismo obviando cuantas características que los diferencien sea necesario, está colmada de defectos tanto en su forma como en su fondo, la mayoría intencionados.

En cuanto a la forma, la primera persona que puso en su boca el término "totalitario" para definir un sistema político fué Benito Mussolini al referirse al "Estado total" italiano que él dirigía en 1924. Hasta entonces, tanto los Ilustrados como los teóricos liberales posteriores empleaban el término autocracia, que englobaba para ellos todo el compendio de regímenes políticos no parlamentarios. La aplicación de un término desarrollado e inventado por el fascismo italiano para definirse a sí mismo al socialismo es un malabarismo difícil de entender.

¿De dónde procede pues dicha manía persecutoria contra el socialismo? Pues de un Papa. Como lo oye usted. Fué el Papa Pio XII (El mismo que mantuvo excelentes relaciones con los estados totales alemán e italiano y que firmó el Concordato Vaticano con Mussolini) quien empleó la palabra totalitarismo por primera vez para referirse al socialismo real. Lo hizo en una hoja epistolar titulada "La civilización occidental frente al totalitarismo marxista asiático". ¿Le suena del NODO? A mí sí.

De tal modo que nos encontramos con un término utilizado por Mussolini para definir su proyecto político que empezó a utilizarse contra los Estados socialistas de forma despectiva por un Papa ,viejo amigo del fascismo, en 1948. Casi nada.

Vayamos al fondo de la cuestión. Usted como buen liberal sabe que el rasgo con el que la bibliografía suele identificar al sistema totalitario es la concentración del poder absouto en un partido o individuo. Si acudimos al referente de Estado socialista hoy en el mundo, Cuba, de cuyo Gobierno usted se permite hablar "maravillas" en clase , no encaja en el molde. Para empezar, el Partido Comunista Cubano (PCC) no es el recipiente del poder absoluto en ningún caso dado que existen numerosos organismos que poseen igual nivel de preeminencia y número de afiliados entre la sociedad cubana : La Federación de Mujeres, las ramas sindicales, las organizaciones de estudiantes, el 26 de Julio. Todos estos organismos participan en los Consejos Populares en pie de igualad con el PCC . Además , dicho partido no ostenta ni el Poder Ejecutivo, es decir el Gobierno, que es elegido cada cuatro años por la Asamblea Nacional, ni el Legislativo, que recae en esta asamblea, elegida cada cuatro años mediante sufragio directo , libre, universal, y secreto de entre listas electorales divididas por circunscripciones en las que el PCC NO puede proponer o postular candidato alguno. Además , militantes de diferentes organizaciones ocupan puestos en ambos organismos. Concluiremos pues diciendo que el Estado socialista cubano no es un sistema de Partido único y el poder no se concentra en una sola organización ó persona.

Como buen liberal, don Ángel, ahora está usted atrapado. Pero aún le queda un resquicio, una rendija de aire para sobrevivir a este debate. Sé muy bien por donde va a intentar escapar. Ahora usted recurrirá a los clásicos de su doctrina y se apoyará en la teoría de la separación de poderes de Montesquieu (curioso viniendo de alguien que piensa que Marx, pensador posterior temporalmente con respecto a Montesquieu en un siglo y medio, está obsoleto) para salir adelante. Y dirá que tiene la certeza de que en Cuba ó en cualquier otro sistema socialista los jueces están condicionados y manejados por el poder político , aunque usted no pueda demostrar fehacientemente, esto es , más allá de toda duda razonable, dichos cargos contra el marxismo. Pero yo sí puedo demostrarle otras cosas.

¿Diría usted, señor Ángel, que el Reino de España es un Estado autocrático ó totalitario según la misma teoría de la separación de poderes de Montesquieu? Seguro que no. Pero pensemos durante unos minutos. El Poder Judicial, como usted bien sabe, está regido en nuestro ordenamiento por un organismo llamado Consejo General del Poder Judicial . El CGPJ consta de veinte miembros y un presidente. ¿Cómo son elegidos estos miembros? Dejeme recordarselo.

Los veinte vocales miembros del CGPJ que eligen a su presidente son nombrados cada cinco años , según sus propios apuntes, por el rey a propuesta del Congreso y el Senado, que eligen ocho a dedo y nombran comisión de cuatro juristas para que propogan una lista en cada Cámara . Después , cada Cámara elige a seis de cada una de las listas y así se completa el Consejo. Así pues, ¿Qué separación de poderes es esta, señor Ángel, en la que son los miembros electos del Poder Legislativo quienes escogen los miembros del máximo órgano de control y gobierno del Poder Judicial?. Esta separación de poderes se revela como lo que fué siempre, papel mojado, una ficción, una impostura liberal. Y así, mire qué cosas tiene la vida, Montesquieu, sin pretenderlo, da la razón a Marx, y demuestra que " todo régimen político es la dictadura organizada de una clase sobre otra" y, en consecuencia, la historia de la humanidad, sigue siendo "la historia de la lucha de clases". Usted no es capaz de demostrar la influencia del Ejecutivo ó el Legislativo en el Poder Judicial de ningún Estado socialista de la Historia, donde los jueces elegían a sus propios representantes, pero yo sí puedo demostrar que el CGPJ , que debería hacerlo, no lo hace porque en su lugar lo hacen un Congreso y un Senado que han tenido casi treinta años para legislar la forma en la que los jueces se representen a sí mismos en sus órganos del reino.

Si, sabiendo todo lo anterior, lo oculta usted intencionadamente en favor de sus postulados ideológicos, miente y manipula usted. Si lo desconoce, entonces, señor Ángel, ignora cuestiones básicas de su asignatura.

martes, 23 de febrero de 2010

Aunque la OTAN se vista de seda, OTAN se queda.



La última ofensiva de las fuerzas de la OTAN en Afganistán ya ha costado la vida a 27 civiles, y eso que sólo cuenta con una semana. Esto es la viva demostración de la verdadera naturaleza de esta guerra antipopular contra la población afgana. Algunos afirmaron que se trataba de "una misión de paz" que el objetivo era "recuperar las libertades del pueblo afgano y establecer una democracia" ó que se "aplastaría a los talibanes". El resultado, más fanatización religiosa civiles muertos, un jugoso pastel de reconstrucción del país para las multinacionales, y elecciones y un gobierno corrupto y títere de Occidente. La fuente es la cadena BBC británica, Estado cuyo ejército se ha puesto al frente de las operaciones, secundado por los Estados Unidos.


Afganistán: ataque de la OTAN mata a 27 civiles

Redacción



BBC Mundo





Un bombardeo de las fuerzas de la OTAN sobre un convoy de vehículos en Afganistán dejó al menos 27 civiles muertos y 14 heridos.



El gobierno afgano condenó el ataque, ocurrido el domingo en la mañana en la provincia sureña de Uruzgan. Una fuente oficial dijo que murieron 27 civiles, pero otra señaló que fueron por lo menos 33.



La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) dice que creía que estaba atacando a insurgentes a bordo de tres vehículos, pero una inspección ulterior por parte de fuerzas de tierra descubrió que entre las víctimas había mujeres y niños.



Chris Morris, el corresponsal de la BBC en Kabul, informó que la OTAN y el gobierno afgano lanzaron una investigación conjunta.



"Este incidente no formaba parte de la ofensiva que se lleva a cabo en la provincia sureña de Helmand, donde miles de tropas estadounidenses, británicas y afganas realizan una operación militar contra el Talibán", señaló Morris.



clic Lea: La OTAN lanza gran ofensiva





Tropas holandesas vigilan la privincia de Uruzgan.



Un comunicado de la OTAN informaba que en el convoy viajaban insurgentes talibanes que se dirigían a atacar fuerzas afganas y extranjeras.



Pero Sultan Ali, gobernador de la provincia de Uruzgan, dijo a la BBC que todos los muertos eran civiles.



El funcionario afirmó que el bombardeo se realizó en un área que está bajo control del Talibán.



El comandante de las fuerzas internacionales en Afganistán, el general Stanley McCrystal, dijo estar muy triste por la pérdida de vidas inocentes y pidió disculpas al presidente afgano, Hamid Karzai.



El año pasado, McCrystal introdujo nuevas reglas orientadas a reducir el número de víctimas civiles por causa de bombardeos de la OTAN en Afganistán.



En la operación de la OTAN -la mayor ofensiva militar en Afganistán desde el derrocamiento del movimiento Talibán en 2001- participan unos 15.000 efectivos estadounidenses, británicos y afganos.

Guerra del Pueblo, Ejército del Pueblo. Vo Nguyen Giap


miembro del Vietcong colocando una mina cerca de Huei en 1964

Uno de los ensayos más esclarecedores de la historia de la revolución vienamita , del conflicto militar de Vietnam (1944-1975) y de la táctica y la estrategia que condujeron a la victoria del Vietcong y Vietnam del Norte sobre Norteamérica. Cuando se habla de la historia reciente de dicho país , la mayoría de gente reconoce la figura de Ho Chi Minh, pero Vo Nguyen Giap, comandante histórico primero del Vietminh, luego ministro de Defensa de Vietnam del Norte, General en Jefe del Ejército de Vietnam del Norte, inspirador del Vietcong y finalmente tras la guerra Alto Comisario para la Defensa de Vietnam es frecuentemente ignorada. Se trata, según los expertos militares, en el mayor y mejor comandante de guerrillas de la historia probablemente. Os dejo con este escrito suyo de 1959, pocos años antes de la intervención norteamericana.


Vo Nguyen Giap


Guerra del Pueblo, Ejército del Pueblo.

El 22 de diciembre de 1959 el Ejército Po­pular de Vietnam festeja el decimoquinto ani­versario de su fundación. Quisiera en esta ocasión hablaros someramente de la lucha y la construcción de las fuerzas armadas revolu­cionarias en el Vietnam. Quisiera al mismo tiempo subrayar los puntos fundamentales que caracterizan la política militar del Partido de vanguardia de la clase obrera y del pueblo vietnamita, el Partido Comunista Indochino, hoy Partido de los Trabajadores del Vietnam.

Como enseña el marxismo-leninismo, “la historia de toda la sociedad hasta nuestros días no ha sido más que la, historia de la lu­cha de clases”. Esa lucha puede revestir la forma política o la forma armada, no siendo la lucha armada más que la continuación de la lucha política. En una sociedad que permanece dividida en clases, nosotros distinguimos dos tipos de política: la política de las clases y las naciones que explotan y oprimen a las otras y la de las clases y las naciones explotadas y oprimidas. Por ello hay dos tipos de guerra, dos tipos de estado, de ejércitos diametralmen­te opuestos, unos revolucionarios, populares y justos, otros contrarrevolucionarios, antipopu­lares e injustos.

La revolución rusa de octubre señaló una nueva era en la historia de la humanidad. Un estado de tipo nuevo hizo su aparición, el de la dictadura del proletariado, el de los obre­ros y los campesinos, de los trabajadores y los pueblos soviéticos al fin liberados. Nació un ejército de tipo nuevo, el Ejército Rojo, ver­dadero ejército del pueblo bajo la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. Sur­gido en la insurrección de octubre y templado en los combates que la siguieron, iba a con­vertirse en poco tiempo en el más poderoso ejército del mundo, siempre presto a defender la patria soviética, el primer estado de obre­ros y campesinos.

En Asia, después de la primera gran gue­rra, la revolución nacional democrática del pueblo chino, bajo la favorable influencia de la revolución rusa, adquirió un impulso extra­ordinario. Para liberarse, el pueblo chino se alzó valientemente en lucha armada, durante varias decenas de años. En esa guerra revolu­cionaria, todo heroísmo y sacrificios, nació y creció el Ejército de Liberación chino, ejérci­to también de tipo nuevo, auténticamente po­pular, dirigido por el Partido Comunista Chino.

Con sus quince años, el Ejército Popular de Vietnam es un joven ejército revolucionario. Se ha desarrollado en el curso de la Guerra de Liberación Nacional del pueblo vietnamita de la que surgió, y asume actualmente la glo­riosa tarea de defender la edificación del so­cialismo en el norte, contribuyendo a forjar una poderosa base para la reunificación pací­fica del país. También constituye un ejército de tipo nuevo, un ejército auténticamente po­pular, dirigido por el Partido de la clase obre­ra de Vietnam.

Tanto en la URSS como en china y en Viet­nam, las guerras y los ejércitos revoluciona­ríos se parecen por sus características funda­mentales comunes: su naturaleza popular y revolucionaria y la justa causa que defienden.

La guerra y el ejército revolucionarios viet­namitas tienen, sin embargo, características especiales. En efecto, desde el comienzo, en la Unión Soviética, la guerra revolucionaria se situó en el marco de una revolución socialis­ta; se desarrolló, por otra parte, en un país independiente dotado de una economía industrial moderna ya bastante importante que, ba­jo el régimen socialista, no cesa de desarro­llarse. En cuanto a la de China, permaneció durante un largo período en el marco de la re­volución nacional democrática de un país se­micolonial, un país inmensamente grande y po­blado por más de seiscientos millones de ha­bitantes.

La guerra revolucionaria en Vietnam, aún persiguiendo como en China los objetivos de la revolución nacional democrática, se diferen­ció por el hecho de que tuvo lugar en un país colonial, en un país mucho más pequeño que China tanto en superficie como en población.

Por ello, la historia de la lucha armada y de la creación de las fuerzas armadas en Viet­nam, es la de una pequeña nación sometida a la dominación colonial, que no disponía ni de un vasto territorio ni de numerosa población, que tuvo que alzarse, pese a carecer al princi­pio de un ejército regular, contra las fuerzas de agresión de una potencia imperialista, para triunfar finalmente, liberando la mitad del país y permitiéndole emprender el camino del socialismo. En cuanto a la política militar del Partido vanguardia de la clase obrera vietnamita, fue una aplicación del marxismo-leninis­mo a las condiciones concretas de la guerra de liberación en un país colonial.

Vietnam, entre los países del sudeste asiáti­co, es uno de los que tienen más vieja historia. Con sus 330.000 kilómetros cuadrados y sus 25.000.000 de habitantes, por su situación geo­gráfica a orillas del Pacífico se ha convertido hoy en uno de los puestos avanzados del mun­do socialista.

En el curso de su historia varias veces mile­naria, en muchas ocasiones la nación vietnami­ta ha resistido victoriosamente las invasiones de los feudales chinos. Puede enorgullecerse de sus tradiciones de lucha y de su carácter indomable para salvaguardar la independen­cia del país.

Después de haber invadido a Vietnam en la segunda mitad del siglo XIX, el imperialismo francés lo convirtió en una colonia. Desde en­tonces fue constante la lucha contra los colo­nialistas franceses, los levantamientos se su­cedieron pese a las represiones y participando en ellos cada vez capas más amplias de todas las clases sociales.

En 1930 se fundó el Partido Comunista In­dochino. Bajo su dirección; firme y clarividen­te, el movimiento de liberación nacional del pueblo vietnamita adquiere un nuevo impulso. Después de diez años de una lucha política he­roica, en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, preconiza la preparación de la lucha armada, el inicio de la guerra de guerrillas y la creación de una zona libre. El movimiento antijaponés por la salvación nacional, con su impulso irresistible, conduce a las gloriosas jornadas de la Revolución de Agosto de 1945. A favor de los grandes acontecimientos que caracterizan la situación internacional de entonces —victoria del Ejército Rojo Soviético y de las fuerzas aliadas sobre el fascismo ni­pón—, el pueblo vietnamita, participando co­mo un solo hombre en la insurrección victo­riosa, instaura el poder popular. Ha nacido la República Democrática de Vietnam, primera democracia popular en el sudeste asiático.

La situación política del Vietnam era enton­ces particularmente difícil y compleja. Las tropas de Chiang Kai-shek habían penetrado en el norte y las de la Gran Bretaña en el sur del país para desarmar a los japoneses que conservaban todavía su armamento inmediata­mente después de la capitulación. En esas con­diciones los imperialistas franceses, después de la creación de la república democrática, desen­cadenaron una guerra de reconquista contra el Vietnam con la esperanza de reestabler su dominación.

El pueblo vietnamita se irguió como un so­lo hombre para defender la patria en respuesta al llamamiento del Partido y del gobierno en­cabezado por el Presidente Ho Chi Minh. Co­menzó una guerra santa por la liberación del país. Sin embargo, no se había perdido toda esperanza de arreglo pacífico: en marzo de 1946 se concluyó un acuerdo preliminar, para el cese de las hostilidades, entre el gobierno de la República Democrática de Vietnam y el de Francia. Pero los colonialistas franceses no tenían en ese acuerdo más que un objetivo di­latorio. Por eso apenas firmado, lo violaron desvergonzadamente ocupando sucesivamente diversas regiones. En diciembre de 1946 la guerra se generalizó en todo el país. Iba a ha­cer estragos durante nueve años, los nueve años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, para terminar con la brillante victo­ria del pueblo vietnamita.

Nuestra guerra de liberación fue una guerra del pueblo, una guerra justa. Esta característi­ca esencial iba a determinar su significación y decidir el desenlace final.

Al indicio de la invasión imperialista el ge­neral Leclerc, primer comandante del Cuerpo Expedicionario Francés, estimaba que la ope­ración para la reocupación de Vietnam sería un paseo militar. Los generales franceses consideraron débil y temporal la resistencia con que tropezaron al principio en el Sur y persis­tieron en pensar que les bastarían a lo sumo diez semanas para ocupar y pacificar todo el sur de Vietnam. ¿Por qué los colonialistas franceses se permitieron tal afirmación? Por­que consideraban que para hacer frente a su agresión era necesario un ejército; y el de Vietnam acababa de crearse, era todavía nu­méricamente débil, mal organizado, encuadra­do por oficiales y suboficiales sin experiencia, dotado de un equipo viejo e insuficiente, de una reserva de municiones muy limitada, y sin tanques, aviones ni artillería. Con seme­jante ejército ¿cómo emprender una resisten­cia seria, cómo rechazar los ataques de la po­derosa segunda división blindada? Todo lo que podía hacer era agotar su reserva de municio­nes antes de deponer las armas. Efectivamen­te, el ejército vietnamita era entonces débil desde todos los puntos de vista y carecía de todo. Los colonialistas franceses tenían razón en ese aspecto. Pero les era imposible conside­rar un hecho fundamental y determinante: el ejército vietnamita, aunque materialmente muy débil, era un ejército del pueblo; la guerra en Vietnam no enfrentaba sólo a dos ejércitos; al provocar las hostilidades, los colonialistas agresores se habían enemistado a toda una na­ción, y efectivamente toda la nación vietnami­ta, todo el pueblo vietnamita se habían alzado contra ellos. Por no poder comprender esta profunda realidad, los generales franceses creían en una victoria fácil cuando iban al en­cuentro de una derrota cierta. Pretendían em­prender una reconquista cómoda pero el pue­blo vietnamita iba a dar cuenta de ellos.

Los estrategas burgueses se asombran toda­vía del desenlace de la guerra en Indochina. ¿Por qué razón la nación vietnamita ha po­dido vencer a una potencia imperialista corno Francia, respaldada por los intervencionistas norteamericanos? Han tratado de explicar es­ta extraordinaria realidad por la justeza de la estrategia y de la táctica, por los métodos de combate adoptados y por el heroísmo del Ejér­cito Popular de Vietnam. Evidentemente, esos factores han contribuido al feliz desenlace de la resistencia. Pero si se plantea la cuestión de por qué el pueblo vietnamita ha podido ven­cer, la mejor respuesta y la más completa de­be ser la siguiente: el pueblo vietnamita ha vencido porque su guerra de liberación era una guerra del pueblo.

Cuando la resistencia se generalizó en todo el país, el Partido Comunista Indochino desta­có en sus directivas que esa resistencia debía ser obra de todo el pueblo. Esto condensa todo el secreto de la victoria.

Nuestra resistencia era una guerra del pue­blo, puesto que sus objetivos políticos eran romper el yugo imperialista para reconquistar la independencia nacional, derribar a la clase de los propietarios feudales para dar la tierra a los campesinos, o para decirlo de otra ma­nera, resolver radicalmente las dos contradic­ciones fundamentales de la sociedad vietna­mita —contradicción entre la nación y el im­perialismo de una parte, contradicción entre el pueblo, esencialmente los campesinos, y la clase de los propietarios feudales de otra—, y abrir el camino del socialismo a la revolución vietnamita.

Manteniendo firmemente la estrategia y la táctica de la revolución nacional democrática, el Partido indicó al pueblo los objetivos a al­canzar: independencia y democracia. No bas­taba, sin embargo, tener objetivos enteramen­te de acuerdo con las aspiraciones fundamen­tales del pueblo. Era preciso además hacer los mayores esfuerzos para hacer claridad en las masas populares, educarlas y alentarlas, or­ganizarlas en el combate por la salvación na­cional. El Partido se consagró enteramente a ese trabajo, en la concentración dle todas las fuerzas nacionales, en la ampliación y consoli­dación de un Frente Nacional Unido, el Fren­te Viet-Minh y luego el Frente Lien-Viet, que fue un magnífico ejemplo de la más amplia unidad de las capas populares en la lucha anti­imperialista, en un país colonial. Ese frente reunía, en efecto, las fuerzas patrióticas de to­das las clases y de todas las capas sociales, has­ta los terratenientes progresistas, todas las na­cionalidades del país, mayoritarias o minori­tarias, los creyentes patriotas, de todas las re­ligiones. “La unidad, la gran unidad, por la victoria, por la gran victoria”, consigna lanza­da por el Presidente Ho Chi Minh, se hizo una realidad, una gran realidad, durante la larga y dura resistencia.


entrada de las tropas del Vietcong en Saigón 1975
Hicimos una guerra del pueblo, en un país colonizado durante muchos años. Por ello, el factor nacional fue de una importancia pri­mordial; hacía falta unir a todas las fuerzas necesarias para derrocar a los imperialistas y sus lacayos. Esta guerra se desarrollaba, por otra parte, en un país agrícola atrasado donde los campesinos, que representaban a. la, gran mayoría del país, constituían las fuerzas esen­ciales tanto de la revolución como de la resis­tencia. Por eso las relaciones entre el proble­ma nacional y el campesino debían ser clara­mente definidas, y la solución por etapas del problema agrario, a fin de movilizar a las grandes masas campesinas, considerada como uno de los factores esenciales y decisivos de la’ victoria. Siempre preocupado por los intereses del campesinado, el Partido comenzó por pre­conizar la reducción de las tarifas de arriendo y las de préstamos, después, cuando la estabi­lización de la situación lo permitió, llevó a ca­bo con mucha firmeza la movilización de las masas para la reforma agraria a fin de dar la tierra a los campesinos y con ello sostener y reforzar la resistencia.

En el curso de los años de guerra se mani­festaron diversas tendencias erróneas; ocuparse únicamente de la organización y aumento de las fuerzas armadas, descuidando la movili­zación y la organización de las amplias capas populares; a movilizar al pueblo para la gue­rra sin ocuparse seriamente de sus diarios in­tereses inmediatos; satisfacer los intereses in­mediatos de la población en general sin con­ceder atención suficiente a los de los campesi­nos. El Partido luchó resueltamente contra to­das esas tendencias. Para llevar la resistencia a la victoria era preciso velar por el fortaleci­miento del ejército mientras se movilizaba y educaba al pueblo, y se ampliaba y consolida­ba el Frente Nacional Unido; era preciso mo­vilizar a las masas para la resistencia tratan­do de satisfacer sus intereses inmediatos y mejorar sus condiciones de vida, esencialmente las de los campesinos. Era imprescindible un Frente Nacional Unido muy amplio sobre la base de la alianza de los obreros y los campe­sinos bajo la dirección del Partido.

Los imperativos de la guerra popular de Vietnam exigían la adopción de una estrate­gia y una táctica apropiadas sobre la base de las características del enemigo y de nuestras propias características, de las condiciones con­cretas del campo de batalla y de la correlación de las fuerzas en presencia. Dicho de otro mo­do, estrategia y táctica de guerra popular, en un país colonial, económicamente atrasado.

En primer lugar, esta estrategia debía ser la estrategia de una guerra prolongada. No se trata de que todas las guerras revolucionarias, todas las guerras populares, deban obligato­riamente pasar por el mismo proceso. Si des­de el comienzo las condiciones son favorables al pueblo y la correlación de fuerzas se inclina al lado de la revolución, la guerra revoluciona­ria puede terminar victoriosamente en breve plazo. Pero la guerra de liberación del pueblo vietnamita comenzaba en condiciones muy di­ferentes: teníamos que vérnoslas con un enemi­go mucho más fuerte. Evidentemente, esa co­rrelación de fuerzas nos impedía librar bata­llas decisivas desde el inicio de las hostilida­des y con mayor razón paralizar la agresión desde las primeras operaciones de desembar­co en nuestro suelo. En una palabra, nos era Imposible vencer rápidamente.

Sólo por una larga y dura resistencia podía­mos desgastar poco a poco las fuerzas del ad­versario mientras reforzábamos las nuestras; hacer inclinar gradualmente la balanza de la fuerza en nuestro favor y lograr finalmente la victoria. No teníamos otro camino.

Esta estrategia y la consigna de resistencia prolongada, fueron decididas por el Partido Comunista Indochino desde los primeros días de la guerra de liberación. En este espíritu el Ejército Popular de Vietnam, después de ha­ber librado feroces combates de calle en las grandes ciudades, por propia iniciativa se re­pliega estratégicamente hacia el campo para mantener allí sus bases y preservar sus fuer­zas vitales.

La guerra revolucionaria prolongada debía constar de diferentes etapas; la etapa de la de­fensiva, la de equilibrio de fuerzas y finalmen­te la de la contraofensiva. La realidad viva era evidentemente más compleja. Se necesita­ron varios años de una guerra de guerrillas cada vez más intensa y generalizada para lo­grar el equilibrio de las fuerzas y desarrollar nuestro potencial de guerra. Cuando las condi­ciones interiores y exteriores lo permitieron, pasamos a la contraofensiva, primero con una serie de operaciones locales y luego con otras de más envergadura que debían conducir a la victoria decisiva de Dien Bien Phu.

La aplicación de esta estrategia de resisten­cia prolongada exigía un trabajo de educación, una lucha ideológica entre el pueblo y los miembros del Partido, un gigantesco esfuerzo de organización desde el doble punto de vista militar y económico, sacrificios y un heroísmo extraordinario en el ejército y en el pueblo, en el frente y en la retaguardia. A veces se mani­festaron tendencias erróneas queriendo unas veces quemar las etapas para terminar la gue­rra rápidamente y otras, comprometer impor­tantes fuerzas en aventuras militares. El Par­tido las corrigió con una lucha obstinada y perseveró en el camino que se había fijado. En las horas difíciles aparecieron algunas vacilaciones que el Partido afrontó con energía y mantuvo firme su determinación en la lucha y la fe en la victoria final.

La guerra popular prolongada en Vietnam exigía igualmente métodos de combate apro­piados; ajustados a la naturaleza revoluciona­ria de la guerra, como a la correlación de fuer­zas en aquel momento que acusaba una clara superioridad del enemigo, a las bases materia­les y técnicas todavía muy débiles del Ejérci­to Popular. Este método de lucha era la gue­rrilla. Puede decirse que la guerra de libera­ción del pueblo vietnamita fue una larga y am­plia guerra de guerrillas que fue de lo simple a lo complejo para terminar en la guerra de movimiento en los últimos años de la resistencia.

La guerrilla es la guerra de las masas popu­lares de un país económicamente atrasado le­vantándose contra un ejército de agresión po­derosamente equipado y bien entrenado. Si el enemigo es fuerte, se le evita; si es débil, se le ataca; a su armamento moderno se opone un heroísmo sin límites para vencerlo hostigándo­le o aniquilándole de acuerdo con las circuns­tancias, y combinando las operaciones milita­res con la acción política y económica; no hay línea de demarcación fija: el frente está donde esté el enemigo.

Concentrar las tropas para alcanzar una su­perioridad aplastante sobre el enemigo donde esté bastante al descubierto a fin de destruir sus fuerzas vitales; iniciativa, agilidad, rapi­dez, sorpresa, velocidad en el ataque y en el repliegue. Mientras la relación estratégica de las fuerzas sea desfavorable, reagrupar audaz­mente las tropas para obtener una superiori­dad absoluta en el combate en un punto dado,durante un tiempo dado. Con pequeñas victorias, desgastar poco a poco las fuerzas del ene­migo y al mismo tiempo mantener y acrecen­tar las nuestras. En estas condiciones concre­tas, se ,ha comprobado que es absolutamente necesario no perder de vista que el objetivo principal de los combates, es la destrucción de ,las fuerzas vitales del adversario y .que en con­secuencia hay que evitar las pérdidas y tratar de conservar a todo trance el terreno. Y con el único objetivo de recuperar después los te­rritorios ocupados y liberar totalmente el país.

En la guerra de liberación de Vietnam las guerrillas se generalizaron en todas las regio­nes ocupadas temporalmente por el enemigo. Cada, habitante fue un soldado; cada aldea una fortaleza, cada célula del Partido y cada comité administrativo de comuna, un estado ma­yor.

El pueblo entero participaba en la lucha armada, combatiendo, de acuerdo con los prin­cipios guerrilleros, en pequeños grupos, pero siempre siguiendo una igual y única línea, si­guiendo las mismas directivas, las del Comité Central del Partido y del gobierno.

A diferencia de otros numerosos países que hicieron guerras revolucionarias, Vietnam, en los primeros años de su lucha, no presentó ni podía presentar batalla abierta; tuvo que limi­tarse a. las guerrillas. A costa de mil dificulta­des y de innumerables sacrificios, estas guerri­llas fueron desarrollándose progresivamente para terminar adoptando la forma de guerra de movimiento que adquiría cada día mayor envergadura y que, mientras conservaba cier­tas características de la lucha guerrillera, reali­zaba campañas en regla con un número cada vez mayor de ataques a posiciones fortifica­das. Partiendo de pequeñas acciones con efec­tivos de una sección o una compañía para ani­quilar a algunos hombres o un grupo enemigo, nuestro ejército pasó después a combates más importantes con un batallón o un regimiento para destrozar una o varias compañías enemi­gas; finalmente emprendió campañas cada vez mayores utilizando varios regimientos y des­pués varias divisiones, hasta llegar a Dien Bien Phu, donde el Cuerpo Expedicionario Francés perdió 16.000 hombres de sus unidades más se­lectas. Este proceso de desarrollo permitió a nuestro ejército marchar firmemente hacia la victoria.

Guerra popular, guerra prolongada, lucha guerrillera que adquiere poco a poco ‘propor­ciones de una guerra de movimiento, tales son las enseñanzas más preciosas de la guerra de liberación de Vietnam. Siguiendo esta línea, el Partido ha dirigido la resistencia hacia la victo­ria. Después de tres mil días de combate, de difi­cultades y sacrificios, nuestro pueblo venció a los imperialistas franceses y a los intervencio­nistas norteamericanos. Hoy, en la mitad del país ya liberado, más de catorce millones de nuestros compatriotas, con su trabajo creador, curan las terribles heridas de la guerra, re­construyen el país y edifican el socialismo. Mientras, prosigue la lucha para terminar la revolución nacional democrática en todo el país y reunificar la patria sobre la base de la inde­pendencia y la democracia.

Después de este análisis a grandes rasgos de la guerra de liberación del pueblo vietnamita contra los imperialistas franceses y norteame­ricanos, hablaré del Ejército Popular de Viet­nam.

La fuerza armada del pueblo vietnamita nació y creció en el fuego de la guerra de libera­ción nacional. Su primer embrión apareció con los destacamentos de defensa creados por los Soviets de Nghe An, que se mantuvieron en el poder algunos meses en el período de auge re­volucionario de los años 1930-1931. Pero la creación de fuerzas armadas revolucionarias no fue realmente considerada sino al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la pre­paración de la insurrección armada pasó al primer plano de nuestras preocupaciones. Nuestras formaciones militares y paramilitares hi­cieron su aparición durante el alzamiento de Bac Son y en las bases revolucionarias de la región de Cao Bang.

Como consecuencia de la organización de la sección del Ejército de Salvación Nacional, el 22 diciembre de 1944 fue creada una unidad del tipo de sección: la sección de propaganda del Ejército de Liberación de Vietnam. Nues­tra base militar, organizada en la ilegalidad, estaba entonces limitada a algunos distritos de las provincias de Cao Bang, Bac Can y Lang Son, en las selvas del norte. En cuanto a las fuerzas armadas revolucionarias, sólo com­prendían unidades populares de autodefensa y algunos grupos y secciones enteramente des­embarazados de los trabajos de producción. Sus efectivos aumentaron rápidamente, y ya había algunos millares de guerrilleros a co­mienzos de 1945, cuando los fascistas japone­ses atacaron a los colonialistas franceses. En el momento de la instauración del poder popu­lar en las regiones rurales de seis provincias del Viet Bac erigidas en zona libre, las organi­zaciones armadas existentes se fusionaron pa­ra formar el Ejército de Liberación de Viet­nam.

Durante la insurrección de agosto, al lado del pueblo y de los destacamentos de autode­fensa, el Ejército de Liberación contribuyó a la conquista del poder. Sus efectivos aumenta­ron rápidamente al incorporar las fuerzas pa­ramilitares reagrupadas en el curso de las glo­riosas jornadas de agosto. Con un material irregular capturado a los japoneses y a sus milicianos Bao-an —sólo en fusiles, dieciséis tipos diferentes, entre ellos viejos modelos franceses y hasta mosquetones de las fuerzas zaristas recuperados por los japoneses—, este joven ejército mal equipado tuvo que hacer frente inmediatamente a la agresión del Cuer­po Expedicionario Francés dotado de un ar­mamento moderno. Como compensación, un material tan atrasado exigía, en cambio, del ejército y del pueblo vietnamita una abnega­ción total y un heroísmo sobrehumano.

El enemigo atacaba las regiones en que se estacionaban nuestras tropas; éstas se disemi­naban en amplias zonas desprovistas de toda formación regular; el pueblo se enfrentaba al avance enemigo con armas rudimentarias: lan­zas, cuchillos,, arcos, ballestas, trabucos. Desde los primeros días se vieron aparecer tres ti­pos de formaciones armadas: las organizacio­nes paramilitares o guerrilleras, las tropas re­gionales y las unidades regulares. Esas forma­ciones fueron, en el plano organizativo, la ex­presión de la política de movilización general del pueblo en armas y cooperaron estrecha­mente para aniquilar al enemigo.

Campesinos, obreros e intelectuales afluye­ron a las fuerzas armadas de la revolución. Se improvisaron oficiales con cuadros dirigentes del Partido y del aparato del estado. Pero había que resolver la gran dificultad del armamento. En todo Vietnam no había una sola fá­brica de material de guerra; desde hacía casi un siglo la posesión y el uso de armas habían estado siempre rigurosamente prohibidos por la administración colonial. La importación era imposible, ya que los países vecinos eran hos­tiles a la República Democrática de Vietnam. La única fuente de aprovisionamiento tenía que ser el frente: quitar las armas al enemigo para utilizarlas contra él. Al luchar contra Vietnam, el Cuerno Expedicionario Francés, bien a su pesar, proveía al Ejército Popular vietnamita de armamentos franceses y hasta norteamericanos. Pese a sus prodigiosos es­fuerzos. las fabricas de armas que habíamos instalado con maquinaria improvisada no podían satisfacer ni mucho menos todas nuestras necesidades. Una gran parte de nuestro mate­rial militar procedía del botín de guerra.

Como he subrayado, el ejército vietnamita no pudo al principio lanzar al combate más que pequeñas unidades, como secciones o compañías. Las fuerzas regulares, en un momento dado, habían tenido que fraccionarse parcial­mente en compañías autónomas para facilitar la extensión de las guerrillas, mientras se man­tenían paralelamente batallones móviles para acciones más importantes. Después de cada combate victorioso, las fuerzas armadas popu­lares lograban un nuevo adelanto. Templándo­se en los combates, estimuladas por las victo­rias, las formaciones guerrilleras creaban las condiciones para el crecimiento de las tropas regionales. Y éstas a su vez favorecían el des­arrollo de las fuerzas regulares. Durante nue­ve años, siguiendo este camino heroico y eri­zado de dificultades, nuestro Ejército Popular creció por su voluntad de vencer a toda costa. Se convirtió en un ejército de centenares de miles de hombres, articulado sucesivamente en regimientos y en divisiones logrando una uni­formidad progresiva en la organización y el equipo. Esta fuerza, cada vez más conciente políticamente y cada vez mejor entrenada mi­litarmente, logró combatir y vencer a los qui­nientos mil hombres del Cuerpo Expediciona­rio Francés equipados y aprovisionados por los Estados Unidos.

El Ejército vietnamita efectivamente es un ejército nacional. Al combatir al imperialismo y a los traidores a su servicio combatió por la independencia nacional y la unidad del país. Forman parte de él los mejores hijos de Viet­nam, los patriotas más sinceros procedentes de todas las capas revolucionarias, d’e todas las nacionalidades tanto mayoritarias como mino­ritarias. Es digno de simbolizar el despertar irresistible -de la conciencia nacional, la unión de todo el pueblo vietnamita en la lucha contra la agresión imperialista, para salvar el país.

Nuestro ejército es un ejército democrático. Porque combate por los intereses democráticos del pueblo, por la defensa del poder democrá­tico popular. Totalmente impregnado de los principios democráticos en su política interna, se somete a una disciplina rigurosa, pero libre­mente aceptada.

Nuestro ejército es un ejército del pueblo, cuyos intereses fundamentales defiende, en primer lugar los de los trabajadores, los obre­ros y los campesinos. Desde el punto de vista de su composición social, está integrado por una gran mayoría de combatientes selectos de origen campesino y obrero y de intelectuales fieles a la causa de la revolución.

Es el verdadero ejército del pueblo, de los trabajadores, el ejército de los obreros y los campesinos, dirigido por el Partido de la. clase obrera. Durante toda la Guerra de Liberación Nacional, sus objetivos de lucha eran los mis­mos del Partido y del pueblo: la independencia de la nación y la tierra para los que la traba­jan. Después de lograrse la paz, como instru­mento de la dictadura del proletariado tiene la misión de defender la revolución socialista y la edificación del socialismo en el norte, apo­yar la lucha política p-ara la reunificación pa­cífica del país y contribuir a la consolidación de la paz en Indochina y en el sudeste asiático.

En el primero de los puntos de su juramento de Honor, el combatiente del Ejército Popular de Vietnam jura:

“Sacrificarse sin reservas por la patria, luchar por la causa de la independencia nacio­nal, de la democracia y del socialismo, bajo la dirección del Partido de los Trabajadores de -Vietnam y del gobierno de la República Democrática, por construir un Vietnam pacífico, uni­ficado, independiente, democrático y próspero y contribuir al fortalecimiento de la paz en el sudeste asiático y en el mundo”.

Eso es lo que hace del Ejército Popular de Vietnam un verdadero hijo del pueblo. El pue­blo, a cambio, no le escatima su afecto y su apoyo. Esta es la fuente inagotable de su poder.

El Ejército Popular del Vietnam ha sido creado por el Partido, que no ha cesado des­pués de formarle y educarle. Ha estado siem­pre y seguirá estándolo bajo la dirección del Partido, que es el único capaz de crear un ejér­cito revolucionario, un verdadero ejército del pueblo. Desde su creación y en el curso de su desarrollo, esta dirección del Partido ha esta­do concretada en el plano de la organización. El ejército ha tenido siempre sus comisarios políticos. En las unidades los jefes militares y políticos asumen sus responsabilidades bajo la dirección del Comité del Partido del escalón correspondiente.

El Ejército Popular es el instrumento del Partido y del estado revolucionario para la realización, bajo la forma armada, de las tareas de la revolución. La profunda concien­cia de los objetivos del Partido, la fidelidad sin límites a la causa de la nación y de la clase obrera y el espíritu de - sacrificio sin reservas son -para el ejército cuestiones fun­damentales, cuestiones de principio. Por ello el trabajo político en sus fílas reviste una importancia primordial. El trabajo político es el alma del ejército. Al inculcar a éste la ideología marxista-leninista, tiende a elevar su conciencia política y su nivel ideológico, a reforzar la posición de clase de sus cuadros y sus soldados. Durante la guerra de libera­ción le permitió compenetrarse con la políti­ca de resistencia prolongada y con la necesidad imperiosa, para el pueblo y el ejército, de contar con sus propias fuerzas para superar las dificultades. Le inculcó la profunda significación de la movilización de las masas para realizar sucesivamente la reducción de las rentas y la reforma agraria, lo que tuvo un efecto decisivo sobre la moral de las tro­pas. Después de la nueva etapa abierta por el restablecimiento de la paz, el trabajo político está centrado en la línea de la revolución so­cialista en el norte y de la lucha por la reuni­ficación del país.

Pero eso no es todo. El trabajo político abarca también la correcta aplicación en el ejército de los programas del Partido y el gobierno, el establecimiento de buenas rela­ciones con la población y entre los soldados y los cuadros. Ahora su objetivo es mantener y reforzar la combatividad, unir el patriotis­mo auténtico al internacionalismo proletario, desarrollar el heroísmo revolucionario y la gran tradición de nuestro ejército que se re­sume en su lema: “Resuelto a combatir, deci­dido a vencer”. El trabajo político es el tra­bajo de propaganda y educación de las masas, es a-demás el trabajo de organización del Par­tido en el ejército. Hemos puesto siempre atención especial en el fortalecimiento de las organizaciones del Partido en las unidades. Del 35 al 40 % de los oficiales y de los solda­dos se han adherido a ellas; entre las cuadros el porcentaje sobrepasa el 90 %.

El Ejército Popular de Vietnam ha velado por establecer y mantener buenas relaciones con el pueblo. Se fundan en la identidad de sus objetivos de lucha: el pueblo y el ejército, en efecto, están de corazón en lucha contra el enemigo, por salvar a la patria y asegurar el pleno éxito de la obra de liberación de la nación y de la clase obrera. El pueblo es al ejército como el agua al pez, decimos noso­tros. Y ese dicho está pleno de sentido. Nues­tro ejército ha combatido en el frente, ha tra­bajado también para educar al pueblo y le ha ayudado en cuanto ha podido. El combatien­te vietnamita ha observado cuidadosamente el punto nueve de su Juramento de Honor: “En los contactos con el pueblo, ajustarse a las tres recomendaciones:

—Respetar al pueblo

—Ayudar al pueblo

—Defender al pueblo

a fin de ganar su confianza y su afecto y realizar una perfecta alianza entre el pueblo y el ejército”.

Nuestro ejército ha organizado constante­mente jornadas de ayuda a los campesinos en los trabajos de producción, en la lucha con­tra las inundaciones y la sequía. Ha observa­do siempre una actitud correcta en sus rela­ciones con el pueblo. Jamás ha atentado con­tra sus bienes aunque fuesen solamente una aguja o un trozo de hilo. Durante la resis­tencia, principalmente en la retaguardia del enemigo, hizo todo lo posible por defender la vida y los bienes de las gentes sencillas; en las regiones nuevamente liberadas siguió es­trictamente las consignas del Partido y del gobierno, lo que le ganó el respaldo sin reser­vas de las más amplias masas, aun en las re­giones de poblaciones minoritarias y las al­deas católicas. Desde que se logró la paz, mi­llares de sus cuadros y soldados han partici­pado en los grandes movimientos para la rea­lización de la reforma agraria, para la colec­tivización agrícola y la transformación socialista del artesanado, la industria y el comer­cio privados. Ha tomado parte activa en la rehabilitación económica, en las jornadas de trabajo socialistas. Ha participado en la cons­trucción de vías de comunicación, ha cons­truido sus propios cuarteles y roturado tie­rras para crear granjas del estado.

El Ejército Popular de Vietnam se ha pre­ocupado siempre por establecer y mantener buenas relaciones tanto entre cuadros y soldados como entre los propios cuadros. Salidos de las capas laboriosas, ‘oficiales y soldados sir­ven igualmente los intereses del pueblo y se entregan sin reservas a la causa de la nación y de la clase obrera. Evidentemente, cada uno de ellos tiene sus funciones, y ‘por consiguien­te sus propias responsabilidades. Pero entre ellos se han establecido relaciones de camara­dería basadas en la igualdad política y la fraternidad de clase. El cuadro ama a sus sol­dados; debe orientarlos en su trabajo y en sus estudios, y además estudiar sus problemas y tomar en consideración sus deseos e inicia­tivas. En cuanto al soldado, debe respetar a sus superiores y ejecutar correctamente to­das sus órdenes. El oficial del Ejército Popu­lar debe dar el ejemplo desde todos los pun­tos de vista: ser audaz, valiente, asegurar la disciplina y la democracia interna, lograr una perfecta unidad entre sus hombres. Debe com­portarse como un jefe, un dirigente de masas de su unidad. La base de estas relaciones en­tre los soldados y oficiales, igual que entre los cuadros y los propios soldados, es la solidari­dad en el combate, el afecto recíproco de com­pañeros de armas, ese afecto a la vez puro y sublime, probado y forjado en la batalla, en la lucha por la defensa de la patria y el pueblo.

El Ejército Popular de Vietnam -practica una disciplina estricta, junto a una amplia democracia interna. Como lo exige el punto dos de su Juramento de Honor: “El comba­tiente está obligado a ejecutar rigurosamente las órdenes de sus superiores y a entregarse en cuerpo y alma al cumplimiento, inmediato y estricto, de las tareas que le son confia­das”. ¿ Puede decirse que la guerrilla no exi­gía una disciplina severa? Desde luego que no. Es cierto que pedía a los cuadros y a los dirigentes dejar a cada unidad o a cada región cierto margen de iniciativa para emprender cualquier acción positiva que juzgara oportu­na. Pero una dirección centralizada y un mando unificado en un grado dado eran siempre necesarios. Quien dice ejército dice discipli­na estricta.

Tal disciplina no está de ninguna manera en contradicción con la democracia interna de nuestras tropas. La regla es la aplicación de los principios del centralismo democrático, tanto en la vida de las células de los comités ejecutivos del Partido en los diversos escalo­nes, como en las reuniones plenarias de las Unidades combatientes. Los hechos han de­mostrado que así la democracia se respeta más en el interior de las unidades, se refuerza la unión, se eleva el sentido de disciplina y se ejecutan las órdenes, en fin la combati­vidad del ejército será mayor.

El restablecimiento de la paz ha creado en Vietnam una situación nueva. El norte está totalmente liberado, mientras el sur vive ba­jo el yugo de los imperialistas norteamerica­nos y de sus agentes, la pandilla de Ngo­ Dinh Diem. El norte ha entrado en la etapa de la. revolución socialista mientras continúa la lucha por liberar el sur de las trabas colo­niales y feudales. Para salvaguardar la paz y la edificación del socialismo, para contribuir a hacer del norte una sólida fortaleza para la reunificación pacífica del país no debemos descuidar el problema de las fuerzas de defen­sa nacional. El Ejército Popular debe hacer frente a los intentos belicistas de los impe­rialistas norteamericanos y de sus lacayos, y para ello organiza poco a poco un ejército regular y moderno.

Hay que destacar en primer lugar que, en el proceso de su transformación en ejército re­gular y moderno sigue siendo un ejército revo­lucionario, un ejército del pueblo. Esta es la característica fundamental que hace que el ejér­cito regular,, moderno y popular, en el norte difiera radicalmente del ejército de Ngo-Dinh Diern ejército regular y moderno también, pero contrarrevolucionario, antipopular, en manos de los enemigos del pueblo. El Ejérci­to Popular debe necesariamente velar por el fortalecimiento de la dirección del Partido y del trabajo político. Debe trabajar por con­solidar al máximo la unión entre los cuadros y los soldados, entre las tropas y el pueblo, elevar el sentido de la disciplina libremente admitida y al mismo tiempo mantener la de­mocracia interna. Actuando en este sentido, el Partido, en el curso de estos últimos años, ha prestado atención especial a las actividades de sus organizaciones y al trabajo político en el ejército. Oficiales, suboficiales y solda­dos, todos han seguido cursos de educación política para aclararles las tareas de la revo­lución socialista y -de la lucha por la reunifi­cación nacional, para consolidar la posición de clase y para reforzar la ideología marxista-leninista. Se trata de un problema muy im­portante, sobre todo porque el Ejército Po­pular se ha desarrollado en un país agrícola y cuenta en sus filas con una fuerte mayoría de obreros agrícolas y pequeños burgueses de las ciudades. Nuestros combatientes han ad­quirido una educación política perseverante, su moral se ha templado en el combate. Pese a esto, la lucha contra la influencia de la ideología burguesa y pequeñoburguesa sigue sien­do necesaria. Gracias al fortalecimiento del trabajo ideológico, el ejército se ha converti­do en un instrumento eficaz al servicio de la dictadura del proletariado, fiel hasta el fin a la causa de la revolución socialista y de la reunificación nacional. Los nuevos progresos que ha realizado en el aspecto político han ha­llado su plena expresión en el movimiento “Rápidamente sobrepasemos las normas del programa”, amplio movimiento de masas que se desarrolla en nuestras tropas paralelamente al movimiento de emulación socialista en­tre los trabajadores de Vietnam del Norte.

Importa proseguir, activa y firmemente, sobre la base de un fortalecimiento continuo de la conciencia política, la transformación progresiva del Ejército Popular en un ejér­cito regular y moderno. De acuerdo con el desarrollo logrado durante los últimos años de la resistencia, nuestro ejército, anterior­mente sólo de infantería, se ha convertido en un ejército compuesto de diferentes armas. Si el problema del mejoramiento de los equipos y la técnica es importante, el de los cuadros y los soldados que han de usarlas todavía lo es más. Nuestro ejército se ha interesado cons­tantemente por la superación de los oficiales de origen obrero y campesino o intelectuales revo­lucionarios probados en el combate. Se esfuer­za en ayudarles a elevar su nivel cultural y técnico para permitirles llegar a ser competen­tes oficiales y suboficiales de un ejército regu­lar y moderno.

Para elevar la capacidad combativa del ejér­cito, para lograr una fuerte centralización del mando y una coordinación estrecha entre las diferentes armas, es indispensable ‘poner en vi­gor reglamentos propios de un ejército regular. Esto no quiere decir que no se haya hecho nada en este sentido durante loe años de la resisten­cia; se trata más bien de perfeccionar las regla­mentaciones que ya existían. Lo esencial es no olvidar el principio de que toda nueva regla­mentación debe inspirarse en el carácter popu­lar del ejército y en la necesidad absoluta de mantener la dirección del Partido. Al mismo tiempo que los reglamentos generales se ha pro­mulgado el estatuto de los oficiales; una escala de sueldos ha sustituido al antiguo régimen de pago en especie; por las recompensas y conde­coraciones se han otorgado condiciones comple­mentarias. Todas esas medidas han tenido como efecto el fortalecimiento de la disciplina y de la unidad interior de las tropas, y la acentuación del sentido de responsabilidad en los oficiales, los suboficiales y los soldados.

La instrucción militar, con la educación polí­tica, es una tarea central en la organización del ejército en tiempo de paz. El problema de los reglamentos de combate, de una idea tácti­ca y principios tácticos apropiados adquieren una gran importancia. Se trata de hacer la síntesis de las experiencias pasadas, de anali­zar bien las condiciones concretas de nuestro ejército desde el punto de vista de organización y equipo, así como las de nuestras bases econó­micas o del terreno del país, terreno de bosques y selvas, terrenos de llanuras y arrozales. Se trata de asimilar bien la ciencia militar mo­derna de los ejércitos de los países hermanos. Hay que hacer esfuerzos perseverantes en la instrucción de las tropas y en la formación de cuadros.

Durante numerosos años, el Ejército Popular de Vietnam se nutría del voluntariado: todos los cuadros y soldados eran enrolados voluntariamente y por un período indeterminado. Engrosaba sus filas con el aflujo de lo mejor de la juventud siempre presta a responder al lla­mamiento de la- patria. Desde el logro de la paz ha- sido necesario sustituir el voluntariado por el servicio militar obligatorio. Esta sustitución ha sido acogida calurosamente por la población. Una buena parte de los voluntarios vuelven, después de su desmovilización, a los campos y a las fábricas; otros sirven en unidades afec­tadas a los trabajos de producción, tomando así una parte activa en la edificación del socia­lismo. El reclutamiento se realiza sobre la base de la consolidación y el desarrollo de las orga­nizaciones de autodefensa en las comunas, las fábricas y los establecimientos escolares. Los miembros de esas organizaciones paramilitares están prestos no solamente, a volver al ejér­cito permanente, del que constituyen una re­serva particularmente importante, sino tam­bién a garantizar la seguridad y la defensa de sus propias regiones.

El Ejército Popular estaba íntegramente li­gado a la Guerra de Liberación Nacional, en el fuego de la cual nació y creció. En el momen­to actual su desarrollo no se podría tampoco separar de la edificación del socialismo en el norte ni de la lucha del pueblo por un Vietnam reunificado, independiente y democrático. Ga­rantizado por el afecto y el apoyo del ‘pueblo, el Ejército Popular cumplirá su tarea: defen­der la paz y la patria.

Como ya se ha señalado, la historia de la Guerra de Liberación nacional del pueblo viet­namita, la de su Ejército Popular, es la histo­ria del triunfo de una nación débil, de un pue­blo colonial que se alzó contra la agresión de una potencia imperialista. Es también el triun­fo del marxismo-leninismo aplicado a la lucha revolucionaria armada en un país colonial, la victoria del Partido de la clase obrera como dirigente de la revolución tanto en la etapa democrática como en la etapa socialista.

El Partido de vanguardia de la clase obrera vietnamita, encabezado por el Presidente Ho Chi Minh, el gran líder del pueblo y la nación, es el organizador y el guía que ha conducido al pueblo y a su ejército a la victoria. Aplicando el marxismo-leninismo a la revolución nacional democrática en un país colonial, ha hecho un análisis certero de las contradicciones de la so­ciedad y ha definido claramente las tareas fun­damentales de la revolución. En el problema de la Guerra de Liberación Nacional ha examina­do dialécticamente la correlación de las fuerzas en presencia decidiendo una estrategia y una táctica apropiadas. Inspirándose en el marxismo—leninismo, ha creado y dirigido un Ejército Popular heroico. No ha cesado de inculcar el espíritu revolucionario, el auténtico patriotismo proletario al pueblo y a su ejército.

El Partido ha sabido asimilar las preciosas experiencias de la Revolución de Octubre, que, con el Ejército Rojo Soviético, ha mostrado el camino de la liberación a los trabajadores de los países capitalistas y a los pueblos coloniales. También ha asimilado las enseñanzas de la revo­lución y el ejército de liberación chinos, que han enriquecido las teorías de la revolución demo­crática, de la guerra y el ejército revolucio­narios en un país semicolonial. Sus extraordi­narios ejemplos han iluminado sin cesar el ca­mino de la lucha y los éxitos del pueblo viet­namita. Haciendo nuestras las inestimables experiencias de la Unión Soviética y de la China Popular, nuestro Partido ha tenido siempre en cuenta la realidad concreta de la guerra revolu­cionaria en Vietnam, lo que le ha permitido enriquecer a su vez las teorías de la guerra y del ejército revolucionarios.

En el momento actual, en el plano interna­cional, las fuerzas de los países socialistas, con la Unión Soviética a la cabeza, han alcanzado una potencia hasta ahora desconocida; el movi­miento de liberación nacional está en todas partes en pleno desarrollo, y son mayores las posibilidades de lograr una paz duradera en el mundo. Sin embargo, el imperialismo continúa sus preparativos de guerra y trata de reforzar sus alianzas militares de agresión. Mientras que se observa un mejoramiento de la situa­ción internacional, el sudeste asiático sigue siendo uno de los focos más peligrosos del mun­do. El imperialismo norteamericano refuerza incesantemente su dominio militar y político en el sur de nuestro país. Continúa la misma política de intervención en Laos, pretendiendo transformarlo en una colonia y en una base militar para una nueva guerra de agresión.

tropas del Vietcong sobre un blindado durante la ofensiva de Primavera
Profundamente partidario de la paz, el pue­blo vietnamita y su ejército respaldan la acción por el desarme, por disminuir la tensión y lo­grar una paz duradera. Pero deben al mismo tiempo redoblar la vigilancia, fortalecer su combatividad, velar por su potencial de defen­sa y contribuir al estrechamiento de los lazos fraternales entre los pueblos y los ejércitos revolucionarios de los países socialistas. Están firmemente decididos a cumplir sus sagradas obligaciones: defender las realizaciones de la revolución socialista y la construcción del socialismo en el norte del país, proseguir la lucha por la reunificación pacífica de la patria y mante­nerse dispuestos a impedir cualquier intento imperialista de provocar una guerra de agresiónn y contribuir así a la salvaguardia de la paz en el sudeste asiático y en el mundo.



miércoles, 17 de febrero de 2010

En el camino

Nuestra vida es un jadeo constante. Es el jadeo de un caballo al galope que rebufa y se encabrita . Vivimos a toda velocidad, en una carrera vertiginosa, en un camino hacia lo desconocido. Nuestra vida es al fin y al cabo la suma de todas nuestras victorias , nuestras derrotas, aspiraciones, objetivos, frustraciones, de todas nuestras verdades. El camino son unos raíles vagamente dibujados sobre los que circulamos como una locomotora. El resto de la gente nos mira con una mezcla de asombro e indiferencia, como el hombre en el andén cuando ve pasar al tren.

Donde quedarán tantos años de luchas, tantos años de esfuerzo, de avance y retroceso. Donde quedarán los días cortos, las noches largas. Las locuras de juventud. Los enfrentamientos a pie de calle. La sangre y el orgullo. Las reuniones y las discusiones, la emoción y la pasión por cada cosa que hacemos. Está claro, es como debería ser. Al fin y al cabo, somos jóvenes y la juventud es una de esas cosas que como decía un grande, "sólo se pueden hacer por la fuerza, emborronando cuartillas". Y fuerza es la que desprendemos, que duda cabe. Y todas esas vivencias quedarán en la memoria, en el ejemplo y en el futuro de una generación que no se calló sus verdades y se jugó el pellejo por defenderlas, como tantas otras.

Y pase lo que pase, seguiremos adelante. Y pase lo que pase, seguiremos orgullosos. Qué duda cabe, porque no es para menos. Porque retocando la cita de una gran mujer: ERAMOS, SOMOS, Y SEREMOS.

El título es un pequeño homenaje al libro "En el camino" de Jack Kerouac, que me está gustando especialmente y con el cual a tramos, me siento identificado.

lunes, 15 de febrero de 2010

¿Por qué socialismo? Albert Einstein



Un interesante texto del mayor genio de la física del siglo pasado que, a pesar de semejante condición, ostenta probablemente también el título de ser uno de las mentes privilegiadas más honestas y alejadas del engreimiento de la Historia. Como anécdota , cuando se conocieron Albert Einstein y Charles Chaplin, el segundo le dijo al primero que su obra le parecía increíble porque giraba en torno a lo que casi nadie podía comprender, y él segundo le respondió que más bien era él quien admiraba al humorista pues todo el mundo entendía su arte, y así debería ser la ciencia, para todos. Lo dicho, un genio.

¿POR QUÉ EL SOCIALISMO?


De Monthly Review, Nueva York, mayo de 1949.



¿Es aconsejable que una persona inexperta en temas económicos y sociales exprese sus puntos de vista acerca del socialismo? Por muchas razones creo que lo es.





En primer término, consideremos el problema desde el punto de vista del conocimiento científico. Podría parecer que no existieran diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: en ambos campos los científicos tratan de descubrir leyes de validez general por las que se puedan comprender las conexiones que existen dentro de un determinado grupo de fenómenos. Pero en realidad existen diferencias metodológicas. En el campo de la economía el descubrimiento de unas leyes generales está dificultado por el hecho de que los fenómenos económicos observados están a menudo bajo la influencia de muchos factores que resulta complejo evaluar por separado. Además, la experiencia acumulada desde el comienzo del único período civilizado de la historia humana se ha visto influenciada y limitada - como es bien sabido - por causas que no pueden explicarse como exclusivamente económicas en su naturaleza. Por ejemplo: la mayoría de los estados más importantes de la historia debieron su existencia a un proceso de conquista. Los pueblos conquistadores se tuvieron a sí mismos, legal y económicamente, como una clase privilegiada dentro del país conquistado. Se apropiaron del monopolio de las tierra y establecieron un clero salido de sus propias iglesias. Los sacerdotes, dueños del control de la educación, hicieron que la división de clases sociales se convirtiera en institución ante un sistema de valores que en adelante, y de manera hasta cierto punto inconsciente llevá el consentimiento social del pueblo.





Pero la tradición histórica data, por así decírlo, de ayer; en ningún momento hemos superado de verdad lo que Thorstein Veblen ha llamado la «fase depredadora» del desarrollo humano. Los hechos económicos observables pertenecen a esa fase y las leyes que podamos deducir de ellos no son aplicables a otras fases. Dado que el verdadero objetivo del socialismo es, precisamente, superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia de la economía, en su estado actual, puede arrojar muy poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.





En segundo término, el socialismo se encamina hacia un fin social y ético. La ciencia, a su vez, no puede crear fines y, mucho menos, inculcarlos en los seres humanos. A lo sumo Ia ciencia puede aportar los medios por los cuales se pueda acceder a ciertos fines. Pero los fines en sí mismos son concebidos por personalidades poseedoras de ideales éticos encumbrados y - si esos fines no son endebles sino vitales y vigorosos - son adoptados y servidos por la masas de seres humanos que, de manera semi-inconsciente, determinan la lenta evolución de la sociedad.





Por estas razones tendremos que guardarnos muy bien de otorgar excesiva validez a la ciencia y a los métodos científicos cuando están en juego problemas humanos. Y no habrá que suponer que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresar sus criterios sobre problemas que afectan a la organización de la sociedad.





Muchas son las voces que desde hace cierto tiempo se alzan para decir que la sociedad humana atraviesa una crisis, que su estabilidad está seriamente quebrantada. Una característica de esta situación es que los individuos se sienten indiferentes y aun hostiles ante el grupo al que pertenecen, por- grande o pequeño que sea. A, fin de ilustrar este concepto, quiero traer a colación una experiencia personal. Hace poco tiempo, discutía yo con un hombre inteligente y bien dispuesto la amenaza de una nueva guerra, que en mi opinión pondría en serio peligro la existencia de la humanidad. Al respecto, señalé que sólo una organización supranacional podría ofrecer una protección adecuada ante ese peligro. Después de escucharme, mi visitante, con toda calma y frialdad, me dijo: «¿por qué se opone usted con tanto empeño a la desaparición de la raza humana?..





Estoy seguro de que hace un siglo nadie hubiera formulado con tal ligereza una pregunta así. En ella está implícito el juicio de un hombre que ha luchado en vano para lograr un equilibrio dentro de sí mismo y, poco más o menos, ha perdido toda esperanza de lograrlo. Se trata de la expresión del duro aislamiento y soledad que acosan a mucha gente en estos día. ¿CuáI es la causa? ¿Hay alguna vía de escape?





Es fácil plantear estas preguntas. pero muy difícil responder a ellas con cierta seguridad. No obstante, en la medida de mis posibilidades, debo tratar de hacerlo, aun cuando soy muy consciente de que nuestros sentimientos y nuestra Iucha son a menudo contradictorios y oscuros y de que no pueden ser expresados mediante fórmulas sencillas y fáciles.





A un mismo tiempo, el hombre es una criatura solitaria y social. Como ser solitario trata de proteger su propia existencia y la de aquellos que están más cercanos a él intenta satisfacer sus deseos personales y desarrollar sus habilidades innatas. Como ser social busca el reconocimiento y el afecto de sus congéneres, quiere compartir sus placeres, confortar a los demás en sus penurias y mejorar las condiciones de vida de los otros. Sólo la existencia de estos esfuerzos diversos, y a menudo contradictorios, da razón del carácter especial de un hombre, y la forma concreta de esos intentos detennina el punto hasta el cual un individuo puede lograr su equilibrio interior y la medida en que será capaz de contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relatíva de esos dos impulsos esté, en lo primordial fijada por la herencia. Pero la personalidad que, por último, ha de imponerse está formada, en su mayor parte, por el entomo en el que el-hombre se ha encontrado en el momento de su desarrollo, por las estructuras de la sociedad en la que se desenvuelve, por Ias tradiciones de esa sociedad y por su valoración de unos tipos particulares de comportamiento. Para el ser humano individual el concepto abstracto de «sociedad» significa la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todos los integrantes de las generaciones anteriores. El individuo está en condiciones de pensar, sentir, luchar y trabajar por sí mismo; pero, en su existencia física, intelectual y emocionat depende tanto de la sociedad que es imposible pensar en él o comprenderle fuera del marco de aquélla. La «sociedad» abastece al hombre de su comida, su vestido, un hogar, las herramientas de trabajo, el lenguaje, las formas de pensamiento y la mayor parte de los contenidos del pensamiento; la vida del hombre es posible a través del trabajo y de los logros de muchos millones de personas del pasado y del presente, incluídas en la simple palabra «sociedad».





Por lo tanto, resulta evidente que la dependencia del individuo ante la sociedad es un hecho de la naturaleza que no puede ser abolido, tal como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, en tanto que todo el proceso vital de las hormigas y de las abejas está determinado, hasta en sus mínimos detalles, por rígidos instintos hereditarios, la estructura social y las interrelaciones de los seres humanos son muy variables y susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer nuevas combinaciones, el don de la comunicación oral han abierto, entre los seres humanos, la posibilidad de ciertos desarrollos que no están dictados por necesidades biológicas. Estos desarrollos se manifiestan a través de las tradiciones, las instituciones y las organizaciones, en la literatura, en la ciencia y en los logros de la ingeniería, en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre sea capaz de influir en su vida a través de su propia conducta y que jueguen un papel en este proceso el pensamiento y el deseo conscientes.





En el momento de nacer, a través de la herencia, el hombre adquiere una constitución biológica que podemos considerar fija e inalterable, en la que están incluidos los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. junto a esto, a lo largo de su vida, el ser humano adquíere una constitución cultural que obtiene de la sociedad mediante la comunicación y muchos otros tipos de influencias. Con el correr del tiempo, esta constitución cultural está sujeta a cambio y determina, en amplia medida, la relación entre individuo y sociedad. A través de la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, la antropología modema nos ha enseñado que el comportamiento social de los seres humanos puede diferenciarse profundamente, de acuerdo con los esquemas culturales y los tipos de organización que predominen en la sociedad. En esto han fijado sus esperanzas quienes luchan para mejorar el destino del hombre: los seres humanos no están condenados por su constitución biológica a aniquilarse los unos a los otros ni a ser presa de un hado cruel fabricado por ellos mismos.





Si nos preguntamos cómo se puede cambiar la estructura de la sociedad y la actitud cultural del hombre para hacer que la vida humana sea lo más satisfactoria posible, tendremos que tener en cuenta en todo momento que existen ciertas condiciones que somos incapaces de modificar. Como ya hemos visto, la naturaleza biológica del hombre, en un sentido práctico, no está sujeta a cambio. Además, los desarrollos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que perdurarán. En núcleos de población relativamente densos, en los cuales los bienes de consumo son indispensables para una existencia continuada, se hace por completo necesaria una total división del trabajo y un aparato productivo centralizado por entero. Aunque al mirar hacia atrás parezca tan idílico, ha desaparecido para siempre el tiempo en el que los individuos o unos grupos pequeños podían aspirar al auto-abastecimiento completo. Aunque si se exagerará al decir que la humanidad constituye hoy una comunidad planetario de producción y consumo.





En este punto de mi exposición debo indicar, en forma breve, lo que para mí constituye la esencía de la crisis de nuestro tiempo. La cuestión reside en la relación entre el individuo y la sociedad. El individuo ha tomado concíencia, más que nunca, de su situación de dependencia ante la sociedad. Pero no considera que esa dependencia sea un hecho positivo, un nexo orgánico, una fuerza protectora, sino que la ve como una amenaza a sus derechos naturales e Incluso a su existencia económica. Por otra parte, su posición dentro de la sociedad hace que sus impulsos egoístas se vayan acentuando de manera constante, mentiras que sus impulsos sociales - que son más débiles por naturaleza - se vayan deteriorando progresivamente. Sea cual fuere su posición en la sociedad, todos los seres humanos sufren este proceso de deterioro. Pioneros de su propio egoísmo sin saberlo, se síenten inseguros, solitarios y despojados del goce ingenuo, simple y directo de la vida. El hombre ha de hallar el significado de su vida - por estrecho y peligroso que sea - sólo a través de una entrega de sí mísmo a la sociedad.





La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente de todos los males. Vemos que ante nosotros una inmensa comunidad de productores, cuyos miembros luchan sin cesar para despojarse unos a otros de los frutos del trabajo colectivo, no ya por la fuerza, sino con el apoyo total de unas reglas legalmente establecidas. En este plano, es importante comprender que los medios de producción (es decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir tanto bienes de consumo como bienes de inversión) pueden ser, en forma legal - y de hecho en su mayoría lo son -, de propiedad privada de ciertos individuos.





En bien de la simplicidad, en la exposición que sigue usaré el vocablo «trabajador» para designar a quienes no comparten la propiedad de los medios de producción, aunque esto no corresponda con el uso habitual del término. El propietario de los medios de producción está en condiciones de comprar la capacidad laboral del trabajador. Mediante el uso de los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial de este proceso es la relación existente entre Io que el trabador produce y lo que recibe como paga, ambos elementos medidos en términos de su valor real. En la medida en que el contrato laboral es «libre», lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la cantidad de mano de obra solicitada por el sistema en relación con el número de trabajadores que compiten por un puesto de trabajo. Es importante comprender que, incluso en teoría, la paga del trabajador no está determinada por el valor de su producto.





El capital privado tiende a concentrarse en unas pocas manos, en parte a causa de la competencia entre los capitalistas y en parte a causa del desarrollo tecnológico y de la creciente división de la clase obrera, hechos que determinan la formación de unidades mayores de producción, en detrimento de las unidades menores. El resultado es una oligarquía del capital privado, cuyo enorme poder no puede ser eficazmente controlado ni siquiera por una sociedad política organizada según principios democráticos. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, que reciben fuertes influencias y amplia financiación de los capitales privados que, en la práctica, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo no protegen con la debida eficacia y en la medida suficiente los intereses de los sectores menos privilegiados de la población. En las circunstancias actuales, además, los capitales privados controlan, inevitablemente, en forma directa o indirecta, las principales fuentes de información (prensa, radio, educación). De modo que es muy difícil, e incluso en la mayoría de casos casi imposible, que el ciudadano llegue a conclusiones objetivas y pueda hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.





La situación predominante en una economía basada en la propiedad privada del capital se caracteriza por dos principios básicos: primero, los medios de producción (el capital) son propiedad privada y sus propietarios disponen de ellos como juzguen conveniente; segundo, el contrato laboral es libre. Desde luego que no existe una sociedad capitalista pura, en este sentido. En particular, notemos que los trabajadores, mediante largas y acerbas luchas políticas, han logrado obtener una cierta mejoría del «contrato laboral libre» para ciertas categorías de trabajadores. Pero considerada en su conjunto, la economía del presente no difiere demasiado del capitalismo «puro».





El objetivo de Ia producción es el beneficio, no su consumo. No se prevé que todos aquellos que sean capaces de trabajar y quieran hacerlo tengan siempre la posibilidad de conseguir un empleo; casi siempre existe, en cambio, un «ejército de parados». El trabajador se ve acosado por el temor constante de perder su plaza. Dado que los trabajadores sin trabajo y mal pagados no dan lugar a un mercado lucrativo, la producción de bienes de consumo se reduce con sus duras consecuencias. El progreso tecnológico a menudo desencadena mayor proporción de paro, en lugar de aliviar la carga laboral para todos. El interés por el lucro, conjugado con la competencia entre los capitalistas, es responsable de la inestabilidad del ritmo de acumulación y utilización del capital que conduce a severas y crecientes depresiones. La competencia ilimitada conduce a un derroche de trabajo y a amputar la conciencia social de los individuos, fenómeno del que ya he hablado antes.





Creo que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el deterioro de los individuos. Todo nuestro sistema educativo se ve perjudicado por ello. Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; sé los entrena en el culto al éjdto adquisitivo como preparación para su futura carrera.





Estoy convencido de que existe un lúnico camino para eliminar estos graves males, que pasa por el establecen dento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales. Dentro de ese sistema económico, los medios de producción serán propiedad del grupo social y se utilizarán según un plan. Una economía planificada que regule la producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad, distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la subsistencia a toda persona, ya sea hombre, mujer o niño. La educación de los individuos, además de promover sus propias habilidades innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad ante sus congéneres, en lugar de preconizar la glorificación del poder y del éxito, como ocurre en nuestra actual sociedad.





De todas maneras, hay que recordar que una economía planificada no es todavía el socialismo. Una economía planificada podría ir unida a la esclavización completa de la persona. La realización del socialismo exige resolver unos problemas socio-políticos de gran diflcultad: dada la centralización fundamental del poder político y económico ¿cómo se podrá impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo se pueden proteger los derechos del individuo para así asegurar un contrapeso democrático que equilibre el poder de la burocracia?

Vigencia del marxismo y el comunismo.

Un trabajador en su empleo al salir de su turno. Camina cabizbajo, dándole vueltas a todo. Un ERE, despidos, chulería del encargado, no me respetan la antigüedad, cotizo una mierda. Al echar la mirada atrás , ve algo muy distinto. Antes había lucha, había compromiso. Se acuerda de los ochenta, de principios de los noventa, de aquellas trifulcas en los astilleros, en Sniace, en La Naval... Ahora todo es distinto. Los obreros perdimos la guerra fría y todas las calientes. Ahora sólo queda batirse en retirada en cada frente. Hay que tragar, porque no hay otra, porque de utopías no se vive, porque nos vendieron los de siempre. Porque sí. Porque al fin y al cabo, vivimos en democracia, y eso ya es un logro para mi generación. Y porque de jóvenes lo veíamos todo con ese ardor típico de los veinte años. Y además es que es así y no se puede hacer nada, todo va a seguir igual, y nada va a cambiar.

Sin embargo, el obrero olvida algo. Olvida que el motivo por el que ayer luchaba, su explotación económica social y laboral, sigue existiendo. Olvida que las mismas librerías en las que se retiraban los volúmenes de Marx en 1993 (alegando que era algo "obsoleto", cosa que nunca dijeron de Platón) en el último año se hartaron de mercadear con sus ideas . Olvida que el capitalismo ha sufrido una crisis más, en la que estamos inmersos. Que conocimos muchas versiones del socialismo, unas mejores, otras peores, pero que el capitalismo sólo tiene una, y no es buena para casi nadie. Olvida que aquellos chicos tan majos que ahora dicen no a la guerra nos metieron en la O.T.A.N. y a más de uno, en la cárcel, y que los del España mañana será republicana hoy visitan al rey en Zarzuela, rey heredado por cierto, de quien todos sabemos. Olvida que el fascismo salió impune, y que los que prometieron el fin de la historia y un mundo de felicidad amenazan con cumplir la primera parte de todo ello pero de forma bastante siniestra.

El trabajador entonces recuerda. Y recuerda sin añoranza, sin nostalgia, sin espíritu de contar batallitas, sino de hacerlas realidad otra vez. A su par, el estudiante hace lo mismo, y a la par de éste, lo hacen todos los militantes. Quizá haya llegado la hora de demostrarles quién está obsoleto aquí, y quienes, más tarde ó más temprano , serán dinosaurios estudiados en museos de Historia.

miércoles, 10 de febrero de 2010

UN PROGRAMA COMUNISTA Y REVOLUCIONARIO PARA CANTABRIA (II)

II. Línea ideológica y batalla ideológica.




"Ser comunista hoy significa ser marxista-leninista-maoísta, principalmente maoísta, y poner la revolución mundial bajo el mando del maoísmo, defendiéndolo y aplicándolo" De esta manera definía Abimael Guzmán, más conocido como Presidente Gonzalo, el papel de los comunistas en la presente época histórica.



Este enunciamiento no es una cuestión trivial ni de capricho, ni tampoco obedece a cuestiones menores. La importancia del maoísmo en el presente tiene un carácter estratégico y decisivo por diversos factores que señalaremos a continuación :



1- El maoísmo posee un espíritu y una naturaleza continuadores del leninismo, tanto en su expresión teórica como en su vertiente práctica.



2- El maoísmo ha perfeccionado la teoría militar del proletariado concretándola en la teoría de la Guerra Popular Prolongada , sirviendo así como profundización de la "Guerra y la revolución" de V.I. Lenin, concretamente de su sexto capítulo "El programa militar de la revolución proletaria".



3- El maoísmo ha encabezado desde el XX Congreso del PCUS en Febrero de 1956 la lucha contra el mayor cáncer de los movimientos comunistas y revolucionarios del pasado siglo : el revisionismo , que hundió algunas de las experiencias históricas más valiosas del mundo (Rev. Rusa) y abortó otras (Rev . chilena).



4- El maoísmo descubrió la importancia de las contradicciones en el seno del Partido y el puelo ante una revolución triunfante y presentó nuevas e innovadoras formas de resolverlas.



5- El maoísmo engendró la etapa de Democracia Popular más brillante que ha existido en la Historia : La Revolución Cultural Proletaria.



6-El pensamiento del Presidente Mao fué recogido en una de las obras teóricas más importantes y sintetizadoras de la historia del marxismo: El libro rojo. Además , este cuenta a su favor con la ventaja de ser una obra de fácil comprensión por las masas y su carácter eminentemente formativo.



7- A día de hoy, no cabe dudar de la importante influencia del maoísmo en todos los Partidos comunistas y organizaciones verdaderamente revolucionarios con fuerte presencia en el mundo : PKK,TKPML, PCI(m), PCR, FARC-EP (guevarismo), PCP, PCA (m)...



Por todo ello, la línea ideológica de los comunistas ha de ir marcada por las teorías de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Zedong, además de enriquecerse y ampliarse con las obras teóricas y experiencias prácticas de muchos otros dirigentes como Fidel Castro, James Conolly, Ho Chi Minh, Rosa Luxemburgo y Karl Liebnechkt, Ernesto "Che" Guevara, y muchos otros, además de por las experiencias y vivencias colectivas, lo que es mucho más importante, de todas las masas y pueblos revolucionarios del mundo.



La batalla ideológica es la expresión más fundamental de la propia lucha de clases entre los comunistas, entre los sectores más avanzados desde un punto de vista revolucionario. Desde una óptica maoísta , esta batalla ideológica debe librarse dentro del ámbito organizativo y fuera de él, concretándose en torno a varios aspectos.



En primer lugar, la batalla ideológica sirve al interés y al objetivo de establecer a la organización , a la fuerza política de los comunistas, en la línea correcta, en la senda adecuada para alcanzar la histórica meta que supone la consecución de un bien mayor y superior que es el comunismo.



En segundo lugar, la batalla ideológica, practicada fuera del campo organizativo, sirve a la educación de las masas y a la propagación de los planteamientos revolucionarios entre éstas, cumpliendo la consigna de "Una sola chispa puede incendiar la pradera", disciplinándose para extender esta chispa, avivarla, propagarla.



Dentro del primer terreno, la batalla ideológica se realiza con el probado método de la crítica y la autocrítica, siendo ésta siempre dirigida y realizada de forma coherente y en la línea proletaria de pensamiento.



Dentro del segundo terreno, combatiremos en la batalla ideológica cara a las masas, a la sociedad, tomando como trincheras inexpugnables nuestras ideas y principios y en último término aplicando los principios de "La bandera roja enarbolada no se arriará jamás" y " A la revolución no se juega". Los enemigos a combatir son el sistema capitalista, con el objetivo de agudizar sus contradicciones y presentar el comunismo como su única solución, en una época donde muchos creen en el falso dogma del fin de la Historia. Así mismo, debemos combatir todo tipo de oportunismo de dereha (revisionismo) que es una de las mayores amenazas para los comunistas en la época moderna, como al oportunismo de izquierda (trotskismo) de una importancia mucho más minoritaria y residual . Otras tendencias ideológicas dañinas y perjudiciales son el liquidacionismo (la voluntad de rendirse y desanimar al resto enarbolando como argumento principal que la lucha revolucionaria ha perdido sentido o que no lleva a nada) y las acciones de fracción (actuaciones de corriente o individualistas deliberadamente realizadas para dañar a los comunistas organizados).



III. Táctica y Estrategia revolucionaria.



Los comunistas debemos diseñar una estrategia y una táctica concretas para Cantabria, nuestro país. Tácticas y estrategias estas que deben estar diseñadas para ser eficaces pero adaptables ,y sobre todo tener fines indudablemente comunistas.



En primer lugar, en la fase actual de desmovilización unida a crisis económica y represión ideológica y directa de las masas, la prioridad es el trabajo cara a las masas y el generar un movimiento social, un movimiento político en el que nosotros participemos, aportemos y combatamos desde nuestras posiciones propias. En fases posteriores, los comunistas deberemos plantearnos las posibilidades, como maoístas , de desarrollar formas de lucha más avanzadas, como la lucha armada, los frentes populares revolucionarios, o la lucha sindical , que en este momento están fuera del alcance del que disponemos. ¿Podría ser el MPCL dicho movimiento? El tiempo lo dirá . Indudablemente sin embargo , es un movimiento del que formar parte, al que apoyar y desde el que combatir, y con grandes posibilidades. Nuestras posiciones deben ser de extrema claridad : Defensa de nuestro país y sus derechos democráticos y políticos, un programa comunista que dé solución a los problemas de las masas y las clases populares, y una táctica plenamente revolucionaria ejecutada por militantes, por personas dispuestas a hacer cuantos sacrificios sean precisos en esta causa. Todo ello con el objetivo final de la búsqueda del comunismo pasando por la fase de la dictadura del proletariado.



Los comunistas debemos , en suma, intensificar en el presente la preparación para la lucha venidera, debemos cavar las trincheras hoy en las que combatiremos mañana, fundamentalmente a través de la propaganda la agitación la lucha política y la acción directa revolucionaria, siendo conscientes siempre de que sólo la lucha directa y la acción armada derribaran el sistema de opresión. Es momento pues de dejar de hablar, la causa del socialismo ya no es una cuestión ideológica, es una cuestión de supervivencia para la Humanidad, y nuestro pueblo agoniza mientras no le damos alternativas políticas. Dado el contexto actual, solo nos queda aprestarnos a estas tareas con la mayor diligencia posible y fortalecernos al máximo.





¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES , UNÍOS!

¡CANTABRIA LIBRE Y SOCIALISTA!