Una conversación, tan real como imaginaria, entre dos valientes.
-Y tú, ¿Por qué luchas?
-Lucho por una sociedad más justa, lucho por la libertad de los oprimidos, por los derechos de quienes viven bajo la bota de otros, lucho porque creo en un futuro de justicia y dignidad. Lucho porque no queda otra. Lucho porque el aire que respiro arde en mi garganta como una llama incansable, lucho porque me niego a rendirme. Porque ignoro cuándo o de qué modo ó donde siquiera, pero sé que venceremos.
-¿Y cómo llegaste aquí?
-Llegué aquí de muchas maneras. Principalmente, porque cuando uno le ve la cara a la injusticia más descarnada, a la brutalidad hecha maquinaria del sistema, a la realidad miserable e inhumana, cuando es consciente de todo eso, quedarse en casa es una afrenta imperdonable. Llegué aquí en las líneas de los libros revolucionarios que bajo el pupitre de clase me pasaban amigos y amigas, llegué aquí a través de largas horas de conversaciones sobre este mundo, llegué aquí con un pañuelo pequeño tapándome la cara, pero con un inmenso sentimiento de responsabilidad y de solidaridad envolviéndome el corazón. Llegué aquí porque creo, llegué aquí porque pienso, llegué aquí porque digo, porque siento y porque combato. Llegué aquí por casualidad ó por destino, por necesidad ó por necedad, por sueños y por realidad, llegué aquí montado en el tren de las ideas más elevadas que se pueden tener, llegué aquí en un barco de infinito amor por los demás. Llegué aquí convencido y me quedé.
-¿Marcharás alguna vez?
¿Te irás tú? ¿Dejarás a quienes no tienen nada, ni siquiera la voz, sin palabra y sin acción? Yo creo que no. El enemigo tiene tantas armas, tantas cosas con las que atacarnos y amenazarnos....Pero entre todo ese arsenal, el Estado no tiene NADA capaz de hacer que un joven revolucionario doble el pulso y la espalda, rompa la pluma y la lanza, en contra de sus ideales.
No, no voy a irme. Era, soy y seré, para ellos pesadilla, para nosotros hermoso sueño.
domingo, 23 de enero de 2011
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